Sol, Siesta y Sangría

Hola, me llamo Inma Muñiz. Tengo 53 años, estoy casada y feliz de ser madre de dos niños encantadores, Carlos de 26 años e Isabel de 22. Mi madre me llama “mi hija, la alemana” porque muy a su pesar, tras acabar la carrera en Madrid hace ya más de treinta años, abandoné mi meta de opositar a técnico comercial del estado y me fui a Alemania para estar cerca de mi novio con el que muy pronto me casé.

A posteriori da casi risa recordar con qué mezcla de entusiasmo e inocencia me lancé a mi aventura profesional en una zona muy industrial a la par que rural y conservadora del suroeste alemán. Una española era algo exótico, simpático, “sol, siesta, sangría”, pero no necesariamente relacionado con competencia y profesionalidad. 

Empecé en Hewlett-Packard pensando encontrar un ambiente más abierto y menos jerárquico que en empresas puramente alemanas como Mercedes y así fue. Me identificaba con muchos aspectos de la cultura local: el rigor, la concentración en los aspectos técnicos, la puntualidad, la fiabilidad, la forma directa de comunicar, jornadas laborales intensas pero con límite… pero no esperaba la absoluta inexistencia de madres con niños pequeños trabajando a jornada completa y mucho menos en puestos de responsabilidad. No consideré ni un minuto cambiar mi planteamiento a pesar de las dificultades de organizar cuidado para mis hijos y de la abierta desaprobación de compañeros y amistades. Como tampoco me convenció seguir una carrera en las únicas áreas de las empresas industriales donde las mujeres tenían ciertas oportunidades de ascenso: recursos humanos o finanzas. En contra del consejo bien intencionado de mi jefe, me fui de finanzas a operaciones, y allí, rodeada de ingenieros expertos en microelectrónica, seguramente debido al shock de ver por primera vez en su vida a una mujer preparada, me nombraron a mis 29 años responsable de un departamento con más de veinte empleados. Ese fue mi bautizo de fuego.

En estos treinta años he buscado siempre la novedad, el reto, no necesariamente más dinero o ascensos. He pasado temporadas en el extranjero, dos años en California con la familia, múltiples viajes a China, Singapore y Malaysia sin ellos, he liderado como directiva organizaciones con varios cientos de empleados pero también he aceptado posiciones atípicas, en niveles inferiores a los habituales, si cumplían las condiciones necesarias para ser feliz: la posibilidad de hacer contribuciones significativas y conciliar con mi familia. He disfrutado desarrollando y motivando equipos, y estas aptitudes las he mejorado en gran medida ejerciendo de madre y esposa. He aprendido a reconocer la discriminación silenciosa e inconsciente de las mujeres en la empresa. Lo he tomado con humor, pero también me he vuelto más combativa. He utilizado la lucha injusta contra los cliches de “demasiado blanda” o “bruja” para ampliar mi repertorio de liderazgo. No creo que con palmaditas en la espalda se aprenda tanto.

Los cambios de empresa o trabajo son a menudo necesarios para seguir creciendo, pero también una situación en la que las mujeres son más vulnerables a los prejuicios de aquellos que no las conocen más que a través de un currículum. Por ello me despido con dos consejos prácticos para aquellas de vosotras que estáis buscando trabajo:

– Sed generosas con vuestro ego, creed en vuestras aptitudes y no tengáis miedo de supuestos deficits. Acabad vosotras con vuestra infravaloración.

– Utilizad perfume masculino en la entrevista de trabajo. Tras mi primera entrevista fracasada leí un artículo de unas psicólogas alemanas demostrando que el olor influenciaba de forma inconsciente la impresión de profesionalidad en los entrevistadores. Desde entonces en cada entrevista he recibido una oferta.

Un cariñoso saludo