Mirar hacia adelante sin pensar lo que dejaba atrás

Hola, soy Ana Escudero, madre de tres preciosas niñas (curioso que es lo primero que digo en las entrevistas de trabajo). Hace cinco años, con cuarenta y siete, a través de una amiga, recibí una oferta de trabajo en Suiza. Decidí aceptarla para que mis hijas y yo estuviéramos más cerca de mi marido, que por aquel entonces trabajaba en Alemania. Además, también me apetecía una experiencia internacional y un cambio de empresa. Así que … allí nos fuimos, a Zurich.

Dejadme que os diga que los primeros meses no fueron los más fáciles, un frío importante nos acompañó mientras arrancábamos nuestra nueva vida, mis tres hijas y yo: casa, colegio, trabajo, ciudad y amigos a estrenar.

Todavía recuerdo mi primera reunión de equipo, al oírme hablar en inglés, me pareció que me expresaba con el mismo vocabulario que mi hija de 8 años. De repente, pasé de hablar como una profesional del sector asegurador, a una persona de jardín de infancia hablando de seguros…No es que no supiera el idioma, es que me paralizaba oírme hablar con palabras tan básicas en comparación con mis compañeros que hablaban un perfecto inglés actuarial. La inseguridad se apodero de mí… (otra vez).

Me acuerdo comentar en un grupo de whatsapp formado por las mujeres de mi familia: «¡no sé qué narices hago aquí! » a lo que mi cuñada respondió: «¡no te eches atrás ni para tomar impulso!» Y así lo hice: mirar hacia delante sin pensar lo que dejaba detrás.

Poco a poco, la primavera se fue abriendo paso: los días empezaban a alargar, el lago era maravilloso. Comenzaba a manejarme con las ofertas en los supermercados, y a ser más eficiente con la organización de la casa. Recuerdo a mi hija Elena, que siempre me decía que los platos estaban buenos (cuando se me pegaban la mitad de ellos :)). A pesar de tenerme que ocupar mucho más de las labores domésticas que en Madrid (donde por falta de tiempo tenía ayuda), me parecía que mi calidad de vida, sorprendentemente, era bastante mejor.

Y es aquí donde me gustaría poner mi primer granito de arena: como madre y profesional, la experiencia en el extranjero me ha servido para darme cuenta de lo difícil que resulta ser mujer y tener una buena carrera profesional en España. Se puede conseguir, claro, pero en general con un coste personal elevado y no siempre justificado. En mi opinión, salir a tu hora en el trabajo, en muchos casos, significa renunciar a tu carrera profesional.

Venir a Suiza me ha permitido empezar a disfrutar de mis hijas y rebelarme a los horarios en muchos casos infernales que tenemos en nuestro país, si se quiere conseguir algo (profesionalmente hablando). Me pregunto por qué fuera de España es posible conseguir lo mismo o más, trabajando en general menos horas. Las mujeres que llegan a puestos relevantes, deberían utilizar su influencia apostando por humanizar los horarios laborales para que se puedan alcanzar la conciliación entre tu vida fuera y dentro del trabajo. Desde luego, hay bases para poder hacerlo en España, porque veo más mujeres en el mercado laboral español que las que veo aquí, lo cual no deja de ser una paradoja.

Mi segundo granito de arena está relacionado con el «síndrome del impostor» y esa incapacidad que las mujeres tenemos para aceptar nuestros logros. Suiza también me ha ayudado en eso. En España tenía muchas veces esa sensación de inseguridad, de mezclar mis logros con mi suerte, con el hecho de que tenía buenos contactos, etc. Pero cuando llegue aquí, no conocía a nadie y no era nadie en el mercado suizo…aun así, he conseguido hacerme un hueco profesional lo suficientemente importante como para sentirme orgullosa (aunque no siempre sea consciente de ello).

Un saludo a todas. Y gracias a BIMBA TALENTIA por la oportunidad que me ha dado de mirar atrás y reflexionar sobre lo que he vivido.