18 Ene Mi proyecto vital
Soy Ana Encinas de Miguel, tengo 47 años y llevo casi 20 dedicándome a la ganadería extensiva.
Nací en Madrid y he pasado toda mi vida vinculada al campo. Pertenezco a una familia numerosa que desde el año 1862 posee una finquita en la sierra de Madrid. Allí, nos hemos criado asilvestrados rodeados de padres, hermanos, tíos, primos, y de mis abuelos, los “culpables” de todo. Desde pequeña he visto a mis mayores proteger la tierra de sus antepasados, mejorarla y conservarla intacta para las generaciones venideras.
De este amor al campo surge de forma absolutamente casual mi proyecto vital. Al casarme, nos mudamos a vivir a Extremadura: ciudad nueva, casa nueva, y yo sin trabajo profesional…cada fin de semana era un ir y venir continuo a Madrid. La familia y los amigos estaban allí, pero todo cansa. Había que romper ese apego con Madrid y adaptarnos. En ese momento compramos la finca, ambos echábamos en falta ese vínculo con el campo.
Santa Eulalia, así se llama la finca, contaba ya con un pequeño rebaño de buenísimas merinas, tenía también algunas cerdas de vientre y tres sementales que luego resultaron un fiasco. Me presté voluntaria para su gestión, sin tener la más remota idea de animales, ninguna formación al respecto, pero me encantaba. Comencé desde la más absoluta ignorancia. En su inicio este proyecto era “sólo y exclusivamente” ganas e ilusión, muchas, eso sí. Fue fundamental rodearme de buenas personas que además eran grandes profesionales.
A partir de ahí he conseguido tener una explotación ganadera de cerdo ibérico y ovejas merinas. Conseguimos el Primer Premio en el año 2005, así, ¿quién no se motiva? Hemos hecho mucho trabajo en el campo, triplicado el número de animales y duplicando el número de hectáreas de producción.
Asistía a todas las reuniones, asambleas y actos a los que me convocaban, hice amigos que hoy son para mí, FAMILIA. Me han asesorado, protegido, amparado, enseñado y ayudado sin interés de ningún tipo. En todos estos congresos, cursos de formación para mejoras en granjas etc., tuve la suerte de conocer a mi amiga del alma, una ganadera de tradición, que me ha acompañado en mi camino.
Formo parte de un sector mayoritariamente de hombres, siempre me he sentido respetada y valorada, aunque mis valores no fueran precisamente “de campo”.
Pero no todo ha sido un camino de rosas, atravesamos por segunda vez una crisis en el sector primario, nuestros animales tienen la mala costumbre de comer a diario, las subidas de materias primas, el gasoil, las bajadas en las ventas, la pandemia, etc. Intentamos ser más productivos, más eficientes, manejar cada vez mejor el ganado para que aprovechen más el pasto, las bellotas. Estamos siempre luchando y así seguiremos.
Me siento tremendamente honrada de pertenecer a este gremio, de ser ganadera, de ser “la extremeña” en Madrid, y “la madrileña” aquí, de ser de campo. Me he confundido y me confundo muchísimas veces. He llorado y pataleado. He hecho pésimos tratos, incluso estuve tentada en una ocasión de tirar la toalla, pero tengo en casa al mayor de mis apoyos, a mi Pepito Grillo, que me anima, me mete caña y consigue que me levante, que luche, que me haga cargo de más cosas, él cree que puedo. ¡A veces yo no estoy tan segura! Pero continúo con mi lucha diaria, merece la pena.
Ana Encinas de Miguel